Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

viernes, 13 de noviembre de 2015

La fruta.

 La fruta prohibida no era especial. No daba conocimiento, ni tampoco conciencia sobre el bien y del mal.

 Era un fruto corriente, como los muchos que se encontraban en el jardín del Edén.

 La prohibición era una prueba, ya que el Jardinero necesitaba saber si sus protegidos eran curiosos o no.

 La curiosidad es la madre de todo, del conocimiento, del bien y del mal, de la verdad. La curiosidad es mucho más peligrosa para el Jardinero que cualquier otro tipo de rebeldía.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Recuerdos difusos

 Despierto. Recuerdo lo  que hice la noche anterior, y me avergüenzo. Lo enmendaré, de alguna forma. Pero primero, debo levantarme. Me siento en la cama y veo hacia la oscuridad, la cual me devuelve la mirada. Poco a poco, mis ojos reciben la poca luz que hay en el ambiente, y reconozco los objetos que adornan el lugar.

 No puedo quitar esas palabras de mi mente. "Ya está todo arreglado, solo debes olvidar lo ocurrido". Me pregunto cómo fue que se solucionó, y en qué contribuye que olvide lo que pasó. Los hechos no dependen de lo que yo recuerde. No puedo controlar la realidad simplemente negándola... ¿o sí?

 Tomo los trozos de memoria que arman el puzzle del día de ayer, y trato de acomodarlos de distinta forma. Sí, tiene más sentido que determinada consecuencia en verdad haya causado algo que pasó horas atrás. Suena lógico, pero aún no puedo controlar la línea temporal. Ese pequeño detalle, la diferencia de tiempo entre los dos hechos, rompen con la lógica del recuerdo.

 ¿Y si ese dato también puede ser modificado? Después de todo, la realidad no existe. Es una masa incolora a la que nosotros damos forma a través de los sentidos. Tal vez hay haces de la luz que no podemos percibir, pero ahí están, como yo solo puedo ver lo que la escasa luz de la habitación me permite.

 Si convenzo a cada persona que me pregunte sobre lo ocurrido, puedo moldear a la realidad a mi antojo. Porque, después de todo, ¿no lo estaría haciendo al recordarla desde mi punto de vista? La diferencia es que yo la controlaría a mi gusto, en vez de darle ese poder a mi frágil memoria.

 Ordené las piezas en una secuencia que tiene sentido, y me siento bien. Si todo está solucionado, solo falta poner mi parte, un testimonio que limpie los últimos vestigios de los hechos que tanto me perjudican. Solo queda un detalle: yo mismo. Nada me impide arrepentirme de mis actos en mi futuro.

 Ideo un largo entramado de hechos, los cuales dejo en funcionamiento, para autoconvencerme que esta es la realidad verdadera de lo que ocurrió ayer. La historia tiene sentido, es cronológicamente correcta, por lo que no dudaré de su veracidad. Solo tengo que dejar el mecanismo en funcionamiento, para que, cuando yo despierte, suene tan convincente que todos los cabos estarán atados.

Será como un abrir y cerrar de ojos. Y todo lo demás, un sueño.

Despierto...

martes, 24 de febrero de 2015

Mi testimonio.

 "La llama quiso ceder ante el viento, sin luchar. Pero la ráfaga no llegó a imponerse, y conquistó el bosque (...)"

Crónicas del Final - Volumen V

 Queda poco tiempo, por lo que elegí (me obligué, mejor dicho) a recordar que yo fui testigo.

 Fui testigo de la masacre de neanderthales, anterior a que el último muriera. Lo recuerdo, estuve ahí, y vi como una especie se impuso sobre otra. Las justificaciones fueron inventadas más tarde. En el alba de la humanidad, no tenían sentido. Tampoco lo tendrían si las importaran desde otro lugar.

 Fui testigo del nacimiento del niño 1.000, un bello bebé que murió 20 (tal vez más, me cuesta recordar) eclipses después. Lo tuve en mis brazos en el inicio, y en el fin. En ese tiempo las lágrimas no tenían sentido, porque la crueldad no había sido inventada.

 Fui testigo del estiércol que recubría el mundo, el barro, los gritos de piedad hacia una tormenta. Presencié un gran número de ellas, pero fue la primera que causó agonía. Era la culpable de nuestros pesares, un motivo de descargo. 

 Fui testigo del fin de mil civilizaciones, y cada una quiso imitar a la anterior. Como matroskas, cada una contuvo a la anterior, apropiándose de su historia, sus símbolos, sus prácticas... 

 Ahora que mi tiempo llega, puedo decir sin equivocarme que fui testigo de la evolución de mi testimonio. Los hechos ocurrieron, ¡fui testigo! Pero su interpretación ha evolucionado tanto, y los he recordado de tantas formas posibles, que no puedo asegurar que, si leyera esto más tarde, esté de acuerdo con lo escrito.