Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Los sueños de un durmiente.

 He gastado mi juventud en una vida rutinaria y vacía. Como un robot, despierto en una cómoda cama, y repito el ciclo repetido mil veces. Me baño, desayuno, subo al puntual transporte público, entro al trabajo a la hora exacta, salgo a la hora acordada y llego siempre a la misma hora, con una alarma que marca el momento en que mi llave entra en el cerrojo. Cada momento de mi vida en la vigilia puede estar medido por una regla o un temporizador. Pero eso no es vida. No, eso es lo que necesito para que mi cuerpo siga vivo. Todo lo que puedo pensar mientras estoy despierto es volver a mi mundo, mi vida, mi hogar: el reino de Morfeo.

 Mientras duermo, vivo mis más  grandes aventuras. Me encuentro con animales que no puedo ver en mi gris ciudad, o en mi gris realidad. Converso con personas que jamás han existido, aunque existen, desde el momento en que las sueño. Consumo lo que quiero, sin consecuencias. Puedo volar, ¿pero quién necesita hacerlo, cuando todos los destinos están al alcance de tu imaginación? Oh si, mi vida transcurre en el mundo de los sueños, donde estoy protegido, y nada me puede lastimar. El mundo de la vigilia es un mal necesario, un riesgo que tengo que correr para mantener a mi cuerpo en funcionamiento, mientras que espero a la hora del descanso, donde mi mente puede ocuparse de mi imaginación.

Todo era perfecto, hasta que conocí a ella. Me la crucé en el transporte público, justo cuando ella bajaba y yo subía. No tenía su nombre, ni su carácter, pero no eran requisitos necesarios para traerla a mi mundo. Ahí, tendría un nombre diferente, y su carácter mutaría según mis necesidades. Tampoco recuerdo su cabello, ojos o si era bella, ¿pero quién los necesita, si puede tener ojos color agua del caribe, y pelo color galaxia? Ella estará en mis sueños, aunque nunca la conoceré.

 Al llegar a mi templo, mi amada cama, intenté recordar la mayor cantidad de detalles de ella. No pude. Solo recuerdo adjetivos, pero no características. No creí que fuera importante, hasta que me dormí. No pude traerla. Creé miles de millones de versiones de la mujer perfecta, la mujer de mis sueños, la mujer que me volvería loco y sería mi reina hasta que mi cuerpo ya no mantuviera mi mente despierta. Ninguna era la chica del transporte público, alguien que no tenía nada de especial. Salvo, tal vez, algo que me cautivó. Creí que, ya que yo era tan puntual, me la volvería a cruzar.

 Nunca estuve tan equivocado en mi vida.

 Comencé a perder el control sobre mi reino, y las pesadillas no tardaron en aparecer. Antes, la soledad era mi aliada, ya que todas las posibilidades estaban abiertas a mis caprichos. Pero ahora, por extraño que parezca, necesitaba de su compañía. Su identidad era una causa de Estado para mí. Me puse como meta conocer quién me arrebató mi reino. Y así, cada día, en vez de dormir mi mente con la idea de llegar a mi casa para soñar, ella se encargó de atormentarme por no conocer aún a la ladrona de mi vida.

 Comencé a llegar tarde al trabajo, y a llegar tarde a mi hogar, para tratar de cruzarme con ella. Un día me quedé dormido en la parada del transporte público, esperando a que bajara. Fue extraño dormir sin soñar. También lo fue no asistir al trabajo, el cual seguramente perdí por tantas inasistencias. Mientras imaginaba cómo sería mi vida, la vi. No recuerdo su color de ojos, o si en verdad tenía el pelo del color de las galaxias, pero supe que era ella.

 Cruzo la calle, sin recordar que los peatones deben pasar por las esquinas de las cuadras, no donde les place. No recuerdo qué ocurrió, pero recuperé mi reino. Solo que ahora no puedo escapar de él, y ella quedó del otro lado.