Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

miércoles, 3 de julio de 2013

Cárcel de papel.

 Luego de terminar de leer una obra maestra, el hombre no pudo hacer otra cosa más que llorar. Era bellísima. El autor lo hizo viajar por lugares que no creía reales. O tal vez ni siquiera lo sean. ¿Qué importa? La obra era increíble. Única. Perfecta. Si el arte se puede definir, la obra cumple con cada requisito. Sus lágrimas manchan la portada, pero ya no le importa. La obra es parte de él. Se funde con ella. Los personajes, tan ambigüos, son ejemplos de vida. Los lugares, que tal vez solo existen en su mente, son hermosos. Aún aquellos que lo perturbaron tienen una belleza propia. La trama es perfecta. Nunca algo dio tantos giros inesperados, como un trompo que empieza a girar, sin previo aviso, en sentido contrario. La conclusión pudo haberse previsto en las primeras páginas, pero luego de ellas la historia hace que no tenga sentido. Hasta que llegas a ella. El final es una maza que aplasta tu cráneo.

 Luego de un libro tan maravilloso, el hombre sale a trabajar. En comparación con los personajes que conoció, las personas que pueblan su día a día son simples. Dramas familiares, excusas sin sentido, frivolidades innecesarias. Esas personas lo aburren. No le gusta tratar con ellas. ¡Simples mortales! ¿Por qué no pueden ser más interesantes? Es como si estuvieran más vivos los hombres ficticios que los reales. Ya no frecuenta los bares, las plazas, los cumpleaños. Ya no ve el sentido de hacerlo. Empieza a encerrarse a sí mismo en una cárcel llamada literatura. No la vive, sólo la consume, la imagina, la usa. Se amiga con los simpáticos personajes de un cuento de Asimov, o se conmueve con los dramas de Otello. Envidia a Sancho Panza, que pudo ver de cerca a un verdadero caballero, e incluso regenteó una Ínsula. Lee, trabaja, lee. Su rutina se rompe cuando va a buscar nuevos libros, nuevas historias, nuevos mundos. 

 Luego de trabajar, el lector encuentra un libro en el suelo. No tiene páginas. Es una cubierta, bastante gruesa, con un par de hojas. Le llama la atención. Se lleva ese extraño libro. Luego de un baño caliente, se apronta para examinarlo, a ver si en sus bailantes páginas puede ver si ya lo leyó, o si es una pista para un nuevo universo. La tapa no tiene el nombre del libro, sólo el dibujo de una silueta. El par de páginas era de la parte central, por lo que tuvo que leerlas para ver si lo conoce. 

Luego de leer la historia de su vida en sólo dos páginas, el lector queda en shock. No entiende. Las páginas tienen su nombre completo. Nombra situaciones de su vida diaria. Relata una de las veces que fue a su proveedor de ficciones, la librería que está cerca de su trabajo. Ve que la segunda página está incompleta. Una palabra partida a la mitad. Luego del último punto, se puede leer "Ahora lo sa-". Puede entender que su vida no se asemeja a las de sus personajes favoritos. Es uno más, un visitante en los miles de mundos que ha conocido. Ve que es más emocionante ser un personaje que leer sobre uno. Tiene que hacer algo al respecto. Cambiar su vida. Ser un personaje. Abandonar la cárcel ficcional donde se refugia del mundo, y ser parte del mundo. Estaba en un error. Ahora lo sa-