Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

lunes, 28 de julio de 2014

Las aguas del tiempo.

 El día renace, como acostumbra. Me levanto con el alba y entro a la ducha. Repaso mis obligaciones del día, y me lamento por varias de ellas. Son simples para el resto, pero yo no las veo de esa forma. Son torturas, son definitorias, son cosas fuera de mi mundo. Desearía no tenerlas. Desearía nunca salir de la ducha. Nunca. Nunca.

 Algo toca mi oído. Me doy vuelta, sobresaltado, y con miedo de perder el equilibro. Veo hacia el lugar, pero no hay nada. Hasta que siento el olor. Su olor. ¿Has tratado de explicar qué es un color, a alguien que no lo sabe? Yo no podría explicar ese olor, ni tampoco esa sensación.

 –¿Quién sos?—pregunto, como si esperara una respuesta.—¿Qué sos?
 – Hola, no te alarmes.

 En ese momento, mis sentidos se dispararon. La extraña voz, que carecía de personalidad, me recordó a todos los seres ficcionales posibles. Muchos de ellos, creados para asustar.

 – No, no temas.—afirmó el ser— No soy dañino.
 – Pero algo sos. ¿Qué sos? ¿Un ángel? ¿Dios? ¿El Demonio?
 – No soy nadie, ni nada. Solo soy. Si quieres ponerme nombre, hazlo. Pero no poseo uno, ya que no existo, ni existí, ni existiré.
 – Pero estás aquí, y me hablas.
 – No, no lo hago. Yo no hablo, más vos sí escuchas.
 – Pero si yo escucho, ¿quién habla?
 – No puedo explicarlo, ya que no tengo la capacidad.
 – Pero conoces mi lengua.
 – No, no es así.
 – ¿Y por qué entiendo tus palabras, que están en mi lengua?
 – Porque es necesario. Yo no soy parte de La Realidad, ni mis palabras lo son, pero tengo que comunicarme contigo, y esta es la única forma directa.

 Dudé. Estaba ante un acontecimiento sobrenatural, el primero que haya vivido. Esto solo ocurre en películas, en novelas o en cuentos de fogata. Si esto es real, ¿cómo puedo afirmar que todo lo contado antes no lo es?

 –¿Qué haces aquí?—pregunté, sin que el miedo se escape por mi voz—¿qué te trae a este momento exacto?

 El hada, duende, ángel, dios o mi propia consciencia rió. No creí que fuera capaz de hacerlo, ya que hasta ese momento lo creí un ser de la Naturaleza, sin personalidad ni motivaciones. Un ser extraño, a decir verdad, que puede hablar sin hablar, y tocar sin tocar.

 – Tu deseo, tonto. Deseaste nunca dejar la ducha.

 Un terror profundo se hizo cargo de mi cuerpo. Como sí apretara un botón, mis piernas comenzaron a temblar, y miles de torturas posibles relacionadas al agua y al encierro crearon más escenarios de los que pude contar. Un genio, seguro que ese ser era un genio, un demonio producto de historias enterradas en las arenas de lejanos desiertos. "Cuidado con lo que deseas..." me contaron una vez. "... porque se puede volver realidad".

 – Pero era una frase hecha, no buscaba quedar encerrado aquí, sino huir de mis problemas.
 – ¿Huir? No, no se puede. Si los creaste, los repetirás. Si los crearon para ti, volverán. Puedo hacer que repitas el mismo trozo de tiempo una y otra vez... Estarás siglos encerrado aquí, pero seguirás en el mismo estado que hace cinco minutos. Puedo hacer que recuerdes todo, o que lo olvides todo.

 Era una buena propuesta. Una solución perfecta para el escaso tiempo que tenía. Bajo el agua cálida las ideas fluirían fuertes y magulladas. Al salir de la ducha, todo se solucionaría. 

 – Acepto, raro ser. Tengo una pregunta. ¿Te recordaré?
 – Si preguntas eso, ya sabes la respuesta.