Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

martes, 4 de septiembre de 2007

Una mañana distinta

Esa mañana, la ciudad despertó como cada día. Las calles aún estaban sucias. Las lámparas sanas tardaron en apagarse. Algunos vehículos seguían con el motor caliente. Los puentes goteaban sobre los ríos calmos, pero en movimiento, negros como los ojos de un asesino. Las aceras tenían envoltorios de cigarrillos, chicles y escupidas. Nadie había salido a barrer. Era muy temprano, un domingo como tantos otros. Excepto para las personas, ellas recordarían este día hasta sus últimos suspiros.

Para ellas, el despertar de la ciudad fue traumático. ¿Cómo imaginar la reacción de miles de personas, al verse en el espejo, y descubrir que ya no tienen piel? No se reconocieron. Entraron en pánico, corrieron. Creyeron que algún psicótico los desolló en la noche. Se tocaban, sin entender. No tenían pelo, pero sentían su piel. Nada cambió, solo el color. Los científicos no entendían que ocurría, ya que la piel no puede ser transparente.

Hubo miles de explicaciones, pero ninguna dio en el clavo. Razones religiosas, pseudocientíficas, hasta la fecha del calendario estuvo entre las más comentadas. La primera reacción de todos fue cubrir su piel casi por completo. Era una mañana cálida en un verano soleado, pero no importó. Guantes improvisados, pasamontañas caseros, lentes de sol. Les daba miedo verse a los ojos que ya no parpadeaban.

Al salir a la calle, notaron que no era personal: gran parte de la población estaba cubierta. Algunos salieron vestidos con sus ropas normales, como un acto de rebeldía contra el sistema. Los miraban mal, con vergüenza ajena, con miedo. Eran extraños, ya sin rasgos faciales, ya sin piel de colores distintos, ya sin más diferencias que la altura y los movimientos particulares.

Lo más lógico era destaparse, pero, ¿por qué no hacerlo? Tardó años educar a las personas para que se atrevieran. Hubo muchas resistencias. Entre ellas, un mercado entero de máscaras con rasgos, de guantes con piel, de accesorios para la playa. Otras fueron encontradas en una nueva religión, que pregonaba que esto era un castigo extraterreste, y que la única forma de recuperar las vidas pasadas era ocultar su piel.

Con el tiempo, la población se destapó. Comenzó a dejar de lado los accesorios, las teorías, las ideas conservadoras. La gran masa de gente que caminaba por el centro ya no usaba máscaras, guantes, ni lentes de sol. Las personas se acostumbraron, dejaron de lado los prejuicios que tenían, y comenzaron a adoptar otros. El suceso nunca fue explicado, pero cada uno contaba su teoría, muy seguro, como si su historia personal fuera importante para el universo.