Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

martes, 16 de julio de 2013

El quinto escape

 Los días pasan lento en el calabozo. Condenado por un crimen que no cometí, me consumo lentamente en el encierro. No hablo con los otros encarcelados, ni ellos lo hacen. Cometí un grave error, lo admito. Pero todos creen que mi delito fue otro. Me desespera no poder correr sobre el pasto, colgarme en los árboles, bañarme en los ríos. Salir afuera. Fuera de los grises muros de la culpa. Ya olvidé cómo llorar. Cómo acariciar. Cómo soñar. 

 Me aferro a un trozo de tiza, regalo del hijo de otro condenado. La tengo como símbolo de la inocencia, eso que aquí es una leyenda. Me recuerda a mi vida anterior, la que tuve antes de entrar aquí. Antes de fallar. Antes de intentar fallar. Es triste que lo único que te ata con el mundo exterior sea una tiza. Recuerdo cuando aún era un niño, y la maestra me mandaba a limpiar el pizarrón. Cuando chocaba los borradores, una nube blanca me protegía. De los gritos, los golpes, las burlas. 

 Tengo que escapar. No aguanto más el presidio. Lo malo no es padecerlo, porque tengo alimento, cama, y nadie me molesta. No extraño a las personas, sino la libertad del viento, la bravura del mar, la sombra viva de los sauces. ¿Cómo volver? Me prometo pensar un plan. Las noches se hicieron para dormir, pero son la única forma de poder planear en paz. La noche, que muchas veces fue una traidora, ahora me cobija. Es mi aliada. Con la tiza, hago un esquema de la prisión. Luego de localizar los puntos flacos, borro lo escrito, pero no lo visto.

 Cinco puntos posibles. Cinco objetivos. Salgo a reconocerlos, a verlos, a reevaluarlos. Cada punto es mejor que el anterior. Jugueteando con la tiza en mis manos, marco cada posible vía de escape. La tiza queda cada vez más chica, pero con cada trazo, la esperanza crece dentro de mí. Nadie había intentado escapar en todos estos años, porque el fuerte de la prisión es la desmoralización. Te destruye. No hay nada para ti afuera, solo una familia decepcionada, un mundo que te odia y el plus de ser un fugitivo. Tal vez, ¿quién sabe? Nadie me busque afuera. Nadie note mi ausencia. Nadie recuerde quién es la persona más odiada del país. Mi vida cambiará, estoy seguro.  

Ya no tengo la tiza, solo un trocito que pude guardar. Sigue ahí, presente en los planes y las marcas. Dentro de mí. Es mi esperanza. Y mientras que todos están con sus propios problemas, yo escapo. La primera marca fue borrada. Tal vez ya usaron esa vía de escape. No me puedo arriesgarme. La segunda tiene un policía de guardia. La tercera marca parece mi salida hacia la libertad. Me arrepiento, al oír un alboroto en la otra punta. Veo. Justo en la cuarta marca, un colega intentó usar mi vía de escape. Tengo que apurarme. Puedo usar la tercera, o la quinta. Me decido por la quinta. Subo las escaleras hacia el techo de la cárcel. Respiro hondo, y salto. Al fin, pude escapar. De una forma u otra. El hospital será otra historia.