Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

sábado, 6 de julio de 2013

Veintitrés.

 Veintitrés campanadas dieron los aloonos antes de que los traanos irrumpieran en su fortaleza. 

Veintitrés fueron los valientes asesinos que conquistaron la isla de Hal. 

Veintitrés horas pasaron desde que se descubrió el amanecer carmesí. 

Veintitrés zumbidos repitieron los últimos dos escarabajos madereros antes de extinguir a toda una especie.

Veintitrés sonrisas se vieron cuando un rehén fue rescatado por la gracia del destino.

Veintitrés golpes pudo dar el boxeador antes de caer por última vez.

Veintitrés números pudo recordar el hombre antes de que perdiera la memoria.

Veintitrés besos dió el sheik en toda su vida.

Veintitrés aros de cebolla pudo comer antes de que su alérgico cuerpo se resistiera.

Veintitrés alfombras embellecían el pequeño palacio de hojalata.

Veintitrés sonidos se pueden escuchar a la vez cuando se canta al revés.

Veintitrés personas pudieron ver a una especie que duró dos horas antes de evolucionar.

Veintitrés lenguajes pudo aprender la dama antes de creer que un atardecer puede no ser bello.

Veintitrés gotas exactas y perfectas cayeron de la ventana indiscreta.

Veintitrés veces se arrepintió de doblar la esquina.

Veintitrés lámparas incandescentes lo alumbraron sin querer.

Veintitrés martillazos tuvo que dar el herrero antes de que el bronce tomara forma.

Veintitrés pasos hacia el norte lo separaron de un guiño.

Veintitrés escamas de pez le regalaron al rey de Logga antes de matarlo.

Veintitrés minutos más fue lo que el carcelero le dio al encarcelado para que se despidiese de su rata antes de dejarla en libertad.

Veintitrés sonetos cantó Ílliaso antes de empezar a vivir.

Veintitrés veces lloró en veintitrés años.

Veintitrés.