Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

jueves, 8 de octubre de 2009

El edificio

El influyente hombre de negocios entró con una sonrisa a su despacho. Había cerrado un importante negocio, y se disponía a celebrarlo con un vaso de ron, su bebida favorita. Al entrar, vio a su despacho desordenado. Papeles por todos lados y lámparas rotas conformaban la caótica escena. Cuando repara en la situacíón, ve a su único hijo apuntándole con su arma, con manos temblorosas. El padre, lejos de entender la situación, se acerca a su hijo. Su hijo gatilla el arma.
- ¿Qué haces, hijo? Dame esa arma, te puedes lastimar.
- Padre, ¿Por qué? ¿Valía la pena?
- ¿Que si valia la pena? Lo que esta sucediendo escapa a ,mi entendimiento.
- Padre, lo se todo. Vi los papeles que escondías en tu escritorio. No puedes ocultarlo. Por favor, deja los negocios que realizas. Por favor, demuéstrame lo que me has estado enseñando todos estos años. Por favor, ¡ se coherente!
- Hijo, hay algo que debes de entender. Sin estos negocios, estaríamos en la calle. ¡No te podría enseñar nada de lo que te enseñé!
- ¡Aparta! ¡O disparo! ¿No entiendes que estos negocios destruyen vidas?
- Entiéndelo hijo, sin estos negocios, nuestro periódico estaría en bancarrota.
- ¡Entiéndelo tú! ¿Qué sentido tiene hacer un edificio con cimientos de cadáveres? El hedor atrae a los animales y a las narices curiosas. ¡Esas narices harán derrumbar el edificio! Es horrible levantar un edificio usando cadáveres, y aunque te decidas a hacerlo, ¡tarde o temprano serías descubierto! El hedor, como las mentiras, son muy difíciles de ocultar. Son innecesarias, y cobardes.
- No hijo, porque si tu puedes vivir en ese edificio mientras que siga en pie, habrá valido la pena el haberlo levantado.
- Más allá de eso, debíste preveer algo. Ese edificio dejará en mi, de por vida, el hedor de sus cimientos. ¿No lo entiendes? La única solución es escapar de él. ¡Deja ya tus turbios negocios! ¡Escapemos del edificio! Si no lo haces, te quitaré lo que mas quieres en la faz de la tierra.
- ¿Me matarás? ¿A mi? ¿Que pretendes, pequeño Edipo? ¿Quieres seguir los pasos de Zeus? ¡Tus manos tiemblan! Aunque lograras accionar el gatillo, la bala nunca llegaría al destino que deseas.
- Padre, te lo pediré por última vez. Acaba con los negocios que persigues. O te destruiré.
- Hijo, soy tu padre. ¿Acaso piensas destruírme?
- Entonces, ¿te niegas a renunciar a tales negocios?
- ¡Claro que me niego! Estos negocios no solo nos dan el pan de cada dia, sino te dan los libros para que seas mejor que yo. Además, ahora te dan el odio que necesitas para crecer. ¡Vamos, ódiame! Asi lograrás superarte. Así podrás escapar de este edificio, y con tu formación, podrás quitarte el olor que te agobia. El odio moverá tal cual motor a tu vida. Una vida buscando ser todo lo que yo no fui. Por eso me niego. Si me debo quemar en las llamas del infierno, lo haré. Se que no me podrás quitar lo que mas amo. ¡Nunca me dispararás!
- Te lo advertí, padre. Pese a todo, te quiero...
El disparo sonó en la sala. Solo uno bastó para hacer que el cuerpo cayera al suelo, haciendo un sonido seco. El asesino quedó viendo el cuerpo, con la boca abierta. Nunca creyó que lo haría. Permaneció inmóvil, hasta que su esposa entró al despacho, alarmada por el disparo y el macabro sonido. Su esposa estaba destrozada. Al ver a su hijo en el suelo, con el arma aún humeante en su mano, agarrada con la fuerza de mil demonios, no lo resistió y salió corriendo. Solo en ese momento el padre despertó de su parálisis. Analizó la situación, y pudo emitir una sola conclusión. Su hijo habia cumplido lo que prometió.