Pasen y vean. Esto es lo que he sido, pero no sé si es lo que seré.

viernes, 17 de agosto de 2007

La lluvia eterna

Llueve. Llueve en la ciudad, como si nunca hubiera llovido tanto. Llueve como si el mundo se detuviera por un segundo. Las almas observan la lluvia, como buscando una respuesta. Llueve como si las nubes no recordaran por qué comenzó a llover. Muerte, odio, maldad. Guerras, represión y silencio. No se escucha nada, solo el ruido de las gotas caer sobre el mundo.

Dice el dicho que siempre que llovió, paró. Pero la lluvia, esta lluvia, es eterna. Caen gotas y más gotas. No hay castigo, ni truenos o centellas. No hay perdón, o viento congelando los huesos. Solo las millones de gotas cayendo como una cortina de seda. No se sienten ruidos, ni motores, ni disparos. Risas o llantos. Voces o gritos. Solo hay millones de espectadores, boquiabiertos, que no saben cómo reaccionar. No hay asientos en primera fila o asientos de tercera. La platea mundial observa el espectáculo más maravilloso que sus ojos hallan visto, o verán.

Nadie habla, solo observan, como si buscaran aprovechar el momento. Solo algunos pensaron en la catástrofe que esto traería. Otros, deseaban en secreto que nunca acabara. Y lo haría, ya que es imposible que lloviera al mismo tiempo en todo el mundo. Sin embargo, el espectáculo meteorológico refutaba esa afirmación, como si tirara abajo décadas de ciencia. Pero el manto acuático no era lo único que desafiaba las leyes de la ciencia. El agua desaparecía de forma misteriosa. La tierra la bebía, pero era imposible que absorbiera tanta agua en tan poco tiempo.

Al pasar los días, las personas se acostumbraron al abrazo líquido que los envolvía al salir. Ya no podían usar celulares, leer libros u hojear el periódico. Esa paz que los invadió se volvió poco a poco en rencor. Las personas olvidaron la sequía, la falta de agua potable, el verde que comenzaba a crecer en los desiertos y la supresión del resto de los fenómenos climáticos. No apreciaron qué cambiaba para bien, solo qué tanto había cambiado su vida particular. Como respuesta, la industria comenzó a investigar el fenómeno, y no pudo encontrar una respuesta a él.

Con el tiempo, aceptaron la lluvia como un separador entre un antes y un después. Los nietos de los niños que disfrutaron de la primera lluvia escucharon de ellos miles de historias, muchas de ellas exageradas. Los pobladores del mundo jamás descubrieron los orígenes de la lluvia, por qué no inundaba la tierra, y por qué no se acababa. Las supersticiones dictaban que era una medida de la tierra, un mecanismo de defensa contra la depredación producida por el hombre. Pero claro, nunca se conocieron pruebas de tales afirmaciones.